Unos meses atrás un joven, Israel Hernández – Llach, montado sobre su
patineta se dedicaba a pintar algunos grafitis sobre la pared de un local
comercial abandonado. Era un chico delgado de solo dieciocho años y usaba la
pintura, entre otras manifestaciones artísticas, como forma de expresar sus
inquietudes. Sorprendido por la policía de Miami Beach y sabiendo que lo que
hacía no estaba bien, trató de huir (reacción muy razonable que hemos
enfrentado todos los que una vez fuimos jóvenes, al ser sorprendidos haciendo
algo incorrecto). Finalmente fue acorralado y reducido a la obediencia por
cinco o seis de esos fornidos policías que abundan en nuestras calles. Hasta
este punto, esta breve descripción del suceso no muestra nada fuera de lo
normal. Los policías cumplían su deber: arrestar a quién sea sorprendido
transgrediendo la ley y la ley considera que pintar un grafitis transgrede las
fronteras de lo correcto.
Tristemente esa historia no culminó con la reducción a la obediencia y
arresto del chico. Por alguna inimaginable razón, estos cinco policías robustos
y bien armados sintieron que el chico delgado, que se encontraba sentado en el
piso según testigos, representaba un peligro para sus vidas y le dispararon con
una pistola táser; el chico no soportó la descarga eléctrica que, según algunas
fuentes consultadas, puede llegar a descargar 400 Volts y 2.1 mili Amperes en
el momento de contacto con la persona. No es casual que el Comité de Naciones
Unidas contra la Tortura haya declarado que: “el táser causa extremo dolor que constituye una forma de tortura” y
haya recomendado su desuso. Tristemente Israel murió. Un grafitis le costó la
vida, un grafitis que no ponía en riesgo la vida de terceros. Para los que
dicen que Israel cometía un delito, les recuerdo que el grafiti de Israel podía
ser borrado con un simple galón de pintura de no más de 30 dólares.
Esta historia me dejo un sabor muy amargo y muchas preguntas han venido
rondando mi cabeza durante meses:
- ¿Acaso la vida vale unas decenas de dólares?
- ¿Tiene la policía el poder legal de decidir cuál es el castigo que merece una persona que no amenaza sus vidas (no estaba armado), sin que esta persona sea presentada ante un juez?
- ¿Para qué pasan horas y horas en el gimnasio los policías (tiempo que es pagado por nosotros los contribuyentes) haciendo ejercicios y practicando técnicas de defensa personal, si al final no las aplican para reducir a al transgresor de la ley sin riesgo para la vida de este?
- ¿Por qué demora meses y meses la fiscalía estatal para dar un dictamen acerca de un suceso fatal que involucra a la policía y en el que se sospecha fuerza excesiva?
- ¿Por qué suspender con salario a un policía bajo investigación? ¿Por qué han de pagarle por no hacer nada, por ver TV y descansar, con el dinero fruto de nuestro sudor?
Por más que pienso no encuentro respuestas.
Como si todo lo anterior fuera poco, la semana pasada sucedió un
acontecimiento que me ha conducido a un estado interior de rabia y decepción.
Justin Bieber, una de estas nuevas “estrellas” del mundo del espectáculo,
con indudable talento pero también empujado al estrellato, de modo meteórico,
por la bien engrasada maquinaria propagandística que rige el mundo de la música
y al que han seguido en los últimos meses decenas de escándalos alrededor del
mundo, hizo su llegada a Miami.
Bieber, un chico joven, talentoso, seguido e imitado por millones de otros chicos
y chicas alrededor del mundo, parece que no ha soportado el peso de la fama y
la responsabilidad moral y social que la fama impone y se ha sentido Dios,
omnipotente, por encima de la ley divina y la humana.
Hace unas noches, Bieber decidió que la ciudad de Miami Beach era su pista
de carreras particular. Como amo y señor del mundo, mandó a cerrar calles a sus
guardaespaldas y demás sanguijuelas que se mueven a su alrededor y corrió en su
caro y flamante Lamborghini; corrió duplicando la velocidad establecida y como
agravantes: licencia expirada, ingestión de alcohol, psicofármacos y drogas. Al
ser detenido por la policía, el niño mimado de la música cuestionó a las
autoridades preguntando el motivo de la detención (¿no era evidente para él?,
lanzó uno que otro “F….” y al principio se resistió supuestamente al arresto.
De modo muy curioso y particular, esta vez la policía de Miami Beach, no siguió
el protocolo aplicado a Israel Hernández (si es que existe tal protocolo) y no
le lanzó un táser a Bieber que, según lo que hemos leído, muy bien lo merecía.
Sonrió a la cámara con cara de burla, mientras le tiraban la foto de rutina
para los archivos policiales y al ser presentado ante el juez recibió toda la
misericordia del mundo. Su fianza fue de 2,500 dólares, algo así como lo que
gasta en el desayuno de sus mascotas cada mañana.
Salió de la cárcel aclamado por sus fans, rodeado por los medios, elevado a
la categoría de héroe condal y no dudo que uno de estos días lo nombren para
recibir las llaves de una de las tantas ciudades que pululan en nuestro
condado.
No me mueve la envidia hacía Bieber al escribir estas líneas. Me gustaría
tener la milésima parte de su dinero, no lo niego, pero renuncio a ese dinero
si la condición es que me sea implantando el cerebro atrofiado de ese “héroe
mediático”.
Nuevas preguntas han asaltado mis noches después de este suceso:
- ¿Qué hubiera pasado si Bieber, en vez de manejar su Lamborghini, hubiera manejado un Toyota Corolla del 1998?
- ¿Hubieran sido los policías tan pacientes? ¿Le hubieran permitido lanzar sus “F…” tan tranquilamente?
- ¿Por qué la policía de Miami Beach no sintió su vida en peligro al enfrentarse a un joven también delgado, pero esta vez borracho, drogado, con psicofármacos y que lanzaba improperios?
- ¿Hubiera sido el juez tan condescendiente si Bieber no fuera famoso y millonario y residiera, por ejemplo, en Opa-locka, Hialeah o Midtown? ¿Si el abogado hubiera sido de oficio? ¿Si solo un par de amigos hubieran estado esperando en las afueras de la corte?
- ¿Qué hubiera pasado si en su juego de niño rico y mimado, Bieber hubiera atropellado a un padre de familia que iba camino al trabajo a buscar el sustento de sus hijos, a trabajar como burro por ocho dólares la hora?
La pregunta de orden es: ¿Quién representaba, de acuerdo a la información
que tenemos, mayor amenaza a la sociedad y a la policía en el momento
particular de cada incidente? ¿Israel Hernández o Justin Bieber?
La respuesta es obvia. Al menos para mí es obvia.
Por si lo anterior fuera poco. Bieber no se presentó a la audiencia pautada
ante el juez; mandó a uno de sus servidores a que justificara su injustificable
conducta.
Finalmente, me preocupa el mensaje que le mandamos a nuestros hijos y a la
sociedad en general. Muchos adolescentes ahora pueden estar pensando, incluso
mis propios hijos: si eres rico y famoso estás por encima de la ley, no corres
ningún riesgo, siempre serás perdonado o condenado a sentencias irrisorias. Si
eres rico y famoso eres inmune, sobran los ejemplos: Justin Bieber, Paris
Hilton, Lindsay Lohan…. Me preocupa que nuestros hijos piensen que lo
importante en la vida es hacer dinero, sea como sea, a cualquier precio; que
pierdan el respeto por la vida y los derechos de los que están a su alrededor.
Les dejo la siguiente pregunta: ¿Una patineta o un Lamborghini hacen la
diferencia ante la ley y la justicia? Es triste sentir que no todos vamos a ser
medidos con la misma vara. Es decepcionante observar a la justicia levantarse
la venda de sus ojos y quedar deslumbrada ante el oro de un adolescente
malcriado y prepotente.
Parafraseando a Shakespeare, permítanme terminar diciendo: “Tener o no
tener: he ahí el dilema”.
La familia de Israel Hernandez quedó destrozada por este crimen de Abuso Policial....la diferencia entre el poder adquisivo....es muy importante!!!!
ResponderBorrarHola Jorge, definitivamente el dinero marca una diferencja ante la ley en muchisimas ocasiones.... Lo bueno es que al menos podemos criticar estos incidentes y tratar de que la justicia llegue.... lo de ese muchacho, Israel, me dejo un sabor muy feo...... Fue un abuso policial y hasta ahora impune.....
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