miércoles, 5 de febrero de 2014

¿Es la reforma migratoria una amnistía?




Cuando Poncio Pilatos liberó a Barrabás y eligió crucificar a Jesucristo, quizás se concedía la primera amnistía de nuestra era y un presunto asesino era perdonado por el delito cometido. Más cerca en el tiempo, a mediados de la década del 80 del siglo XX, el Presidente argentino Raúl Alfonsín amnistiaba a violadores de los derechos humanos durante la dictadura militar, a través de las leyes de "Punto final" y "Obediencia debida"; una vez más eran eximidos de responsabilidad por sus delitos presuntos culpables.

Según el  Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra amnistía significa: Olvido legal de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores.

Durante el mandato del Presidente Obama, los Estados Unidos se han visto sacudidos por muchas controversias. El debate acerca de la “Ley de Salud Asequible”, los continuos obstáculos congresionales a sus propuestas y nombramientos, entre otras…, pero nada ha sido tan polémico como la “Ley de Reforma Migratoria”.

Muchos economistas estiman en un trillón de dólares en 10 años, lo que se puede generar a partir de la legalización de las personas actualmente indocumentadas (por conceptos de impuestos, multas, seguros, etc.). Inobjetablemente, saber el nombre y los datos de las personas que habitan en el país, hace más efectiva la actividad de las autoridades policiales para detectar y detener presuntos criminales, por tanto la reforma migratoria redundaría en más seguridad ciudadana. Esta ley necesariamente implicaría un mercado laboral más justo para todos, pues los empleadores se verían obligados a pagar al menos el salario mínimo  (personalmente conozco personas indocumentadas, con las que trabajé en mi primer año de vida en USA, que trabajan de manera semi-esclava por menos de 4 o 5 dólares la hora) y los nuevos trabajadores, recién documentados, tendrían derecho a solicitar aumentos sin el temor a ser denunciados a la “migra” como represalia de sus patrones. Estas ideas que personalmente comparto, son apoyadas y comprendidas por un gran sector de personas a todo lo largo de los E.U. El apoyo a la reforma migratoria, sin embargo le ha ganado a este sector, del que me siento parte, los calificativos de: liberales, extremos izquierdistas, antiamericanos, usurpadores de valores tradicionales, etc.

Del otro lado, los que satanizan la reforma migratoria. Los que consideran que E. U debe ser salvada de esta nueva invasión silenciosa, que va camino de cambiar el idioma, las costumbres, el balance (o desbalance) mayoría – minoría. Este sector “etiquetado” como ultraconservador, retrógrado, derechista, etc., alega que aprobar la reforma será amnistiar a delincuentes, a violadores de la ley americana, que será un incentivo a que sigan llegando. Paradojas del destino: muchos de estos críticos acérrimos de la ley migratoria, han sido catalogados como consuetudinarios empleadores de personas indocumentadas para que realicen labores domésticas a bajo costo (por supuesto, sé que necesariamente habrá excepciones).

La pregunta es: ¿Será realmente una amnistía legalizar a estos trabajadores y sus hijos?

Comencemos por los más jóvenes, los llamados “dreamers”, que se han beneficiado de una orden ejecutiva del presidente Obama (muy criticada en su momento y considerada como maniobra electoral):

¿Acaso estos estudiantes indocumentados, jóvenes que claman su derecho a ejercer su profesión libremente y contribuir con el desarrollo del país que los ha visto y ayudado a crecer, han cometido un delito tal que deben ser amnistiados?

Es irrespetuoso a la inteligencia e hipócrita, pretender que estos jóvenes sean culpables de que sus padres los hayan traído hasta este país siendo niños. Es una manipulación burda, una conclusión digna de un habitante de “Macondo”, considerar que se puede amnistiar sin que haya delito; que se pueda amnistiar a aquellos cuyo único propósito ha sido estudiar e insertarse en esta sociedad, asimilando idioma y costumbres; chicos que muchas veces no hablan la lengua de sus padres (o al menos no lo prefieren) y que frecuentemente, en el Army, con los Marines, etc., dan lecciones de valor y amor a la patria adoptiva. Es ridículo y patético negarles la legalización a esos muchachos. Más me indigna, cuando los que rechazan la reforma son inmigrantes, como ellos, que tuvieron un poco de suerte (o dinero) y pudieron entrar legalmente, que reciben beneficios y que probablemente muchos tienen menos sentido de pertenencia, que los “dreamers”, hacia la bandera de las barras y las estrellas.

La otra pregunta de orden es: ¿Son culpables los padres de estos chicos? ¿Recibirían una amnistía?

Definitivamente los padres de estos chicos cometieron un delito al cruzar la frontera (suponiendo que no entraron con visa de turista, de trabajo o de estudiante), el mismo delito que cometemos los cubanos que entramos por mar (y que tristemente muchos están contra la reforma): entrar a un país sin los permisos (dígase visa) de las autoridades migratorias.

¿Pero qué ha sucedido después, tras la llegada? Han buscado trabajo y formado una familia; han criado a sus hijos desde las sombras y aprendido el idioma; pagan impuestos sobre la compra de productos y muchos han pagado impuestos federales, incluso sin derecho a retribución alguna; han llegado hasta a crear pequeños negocios y generar con ello nuevos empleos.

Cuando releo el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, veo que se amnistía cuando: “se extingue la responsabilidad…” Lo que propone la Ley de Reforma Migratoria no es extinguir la responsabilidad, estas personas antes de aspirar a legalizar su status deben pagar multas por la violación de la frontera, deben pagar los impuestos adeudados, deben mostrar un comportamiento intachable…, entonces no es “borrón y cuenta nueva”, al contrario, es un largo camino para expiar las posibles culpas y empezar una nueva vida.

Este es un país construido por inmigrantes. Acá los verdaderos nativos no son blancos, rubios y de ojos azules. Esta es una sociedad que se ha formado en un crisol que, por siglos, ha fundido culturas, costumbres, idiomas y arroja, día a día, como producto al ciudadano que conocemos hoy. ¿Por qué decir entonces que legalizar, o mejor, dar documentos a estas personas es violar los principios que llevaron a la formación y crecimiento de este país? La principal razón es la manipulación de la verdad, debido al miedo en un cambio radical en la correlación de fuerzas de la política nacional. La otra razón que se me ocurre es el desconocimiento del modo en que han de subsistir estas familias, con el temor permanente a la separación, con la “Espada de Damocles” de la deportación siempre pendiente de sus pechos.

Apoyo la Reforma Migratoria y creo que debemos honrar el derecho de estas personas a salir de las sombras, a mostrarse públicamente y a través de su trabajo honrado afianzarse en la tierra en la que han formado sus familias y visto crecer a sus hijos.

No tengo la verdad absoluta, pero: ¿Alguien, excepto Dios mismo, la tiene?

 

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