Cuando Poncio Pilatos liberó a Barrabás y eligió
crucificar a Jesucristo, quizás se concedía la primera amnistía de nuestra era
y un presunto asesino era perdonado por el delito cometido. Más cerca en
el tiempo, a mediados de la década del 80 del siglo XX, el Presidente argentino
Raúl Alfonsín amnistiaba a violadores de los derechos humanos durante la
dictadura militar, a través de las leyes de "Punto final" y
"Obediencia debida"; una vez más eran eximidos de
responsabilidad por sus delitos presuntos culpables.
Según
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra
amnistía significa: Olvido legal de delitos, que extingue la responsabilidad
de sus autores.
Durante
el mandato del Presidente Obama, los Estados Unidos se han visto sacudidos por
muchas controversias. El debate acerca de la “Ley de Salud Asequible”, los
continuos obstáculos congresionales a sus propuestas y nombramientos, entre
otras…, pero nada ha sido tan polémico como la “Ley de Reforma Migratoria”.
Muchos
economistas estiman en un trillón de dólares en 10 años, lo que se puede
generar a partir de la legalización de las personas actualmente indocumentadas
(por conceptos de impuestos, multas, seguros, etc.). Inobjetablemente, saber el
nombre y los datos de las personas que habitan en el país, hace más efectiva la
actividad de las autoridades policiales para detectar y detener presuntos
criminales, por tanto la reforma migratoria redundaría en más seguridad
ciudadana. Esta ley necesariamente implicaría un mercado laboral más justo para
todos, pues los empleadores se verían obligados a pagar al menos el salario
mínimo (personalmente conozco personas
indocumentadas, con las que trabajé en mi primer año de vida en USA, que
trabajan de manera semi-esclava por menos de 4 o 5 dólares la hora) y los
nuevos trabajadores, recién documentados, tendrían derecho a solicitar aumentos
sin el temor a ser denunciados a la “migra” como represalia de sus patrones. Estas
ideas que personalmente comparto, son apoyadas y comprendidas por un gran
sector de personas a todo lo largo de los E.U. El apoyo a la reforma migratoria,
sin embargo le ha ganado a este sector, del que me siento parte, los calificativos
de: liberales, extremos izquierdistas, antiamericanos, usurpadores de valores
tradicionales, etc.
Del
otro lado, los que satanizan la reforma migratoria. Los que consideran que E. U
debe ser salvada de esta nueva invasión silenciosa, que va camino de cambiar el
idioma, las costumbres, el balance (o desbalance) mayoría – minoría. Este
sector “etiquetado” como ultraconservador, retrógrado, derechista, etc., alega
que aprobar la reforma será amnistiar a delincuentes, a violadores de la ley
americana, que será un incentivo a que sigan llegando. Paradojas del destino:
muchos de estos críticos acérrimos de la ley migratoria, han sido catalogados
como consuetudinarios empleadores de personas indocumentadas para que realicen labores
domésticas a bajo costo (por supuesto, sé que necesariamente habrá
excepciones).
La
pregunta es: ¿Será realmente una amnistía legalizar a estos trabajadores y sus
hijos?
Comencemos
por los más jóvenes, los llamados “dreamers”, que se han beneficiado de una
orden ejecutiva del presidente Obama (muy criticada en su momento y considerada
como maniobra electoral):
¿Acaso
estos estudiantes indocumentados, jóvenes que claman su derecho a ejercer su
profesión libremente y contribuir con el desarrollo del país que los ha visto y
ayudado a crecer, han cometido un delito tal que deben ser
amnistiados?
Es
irrespetuoso a la inteligencia e hipócrita, pretender que estos jóvenes sean
culpables de que sus padres los hayan traído hasta este país siendo niños. Es
una manipulación burda, una conclusión digna de un habitante de “Macondo”,
considerar que se puede amnistiar sin que
haya delito; que se pueda amnistiar a aquellos cuyo único propósito ha sido
estudiar e insertarse en esta sociedad, asimilando idioma y costumbres; chicos
que muchas veces no hablan la lengua de sus padres (o al menos no lo prefieren)
y que frecuentemente, en el Army, con los Marines, etc., dan lecciones de valor
y amor a la patria adoptiva. Es ridículo y patético negarles la legalización a
esos muchachos. Más me indigna, cuando los que rechazan la reforma son
inmigrantes, como ellos, que tuvieron un poco de suerte (o dinero) y pudieron
entrar legalmente, que reciben beneficios y que probablemente muchos tienen
menos sentido de pertenencia, que los “dreamers”, hacia la bandera de las
barras y las estrellas.
La
otra pregunta de orden es: ¿Son culpables los padres de estos chicos? ¿Recibirían
una amnistía?
Definitivamente
los padres de estos chicos cometieron un delito al cruzar la frontera (suponiendo
que no entraron con visa de turista, de trabajo o de estudiante), el mismo
delito que cometemos los cubanos que entramos por mar (y que tristemente muchos
están contra la reforma): entrar a un país sin los permisos (dígase visa) de
las autoridades migratorias.
¿Pero
qué ha sucedido después, tras la llegada? Han buscado trabajo y formado una
familia; han criado a sus hijos desde las sombras y aprendido el idioma; pagan
impuestos sobre la compra de productos y muchos han pagado impuestos federales,
incluso sin derecho a retribución alguna; han llegado hasta a crear pequeños
negocios y generar con ello nuevos empleos.
Cuando
releo el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, veo que se amnistía
cuando: “se extingue la responsabilidad…”
Lo que propone la Ley de Reforma Migratoria no es extinguir la responsabilidad, estas personas antes de aspirar
a legalizar su status deben pagar multas por la violación de la frontera, deben
pagar los impuestos adeudados, deben mostrar un comportamiento intachable…,
entonces no es “borrón y cuenta nueva”, al contrario, es un largo camino para
expiar las posibles culpas y empezar una nueva vida.
Este
es un país construido por inmigrantes. Acá los verdaderos nativos no son
blancos, rubios y de ojos azules. Esta es una sociedad que se ha formado en un crisol
que, por siglos, ha fundido culturas, costumbres, idiomas y arroja, día a día,
como producto al ciudadano que conocemos hoy. ¿Por qué decir entonces que
legalizar, o mejor, dar documentos a estas personas es violar los principios
que llevaron a la formación y crecimiento de este país? La principal razón es
la manipulación de la verdad, debido al miedo en un cambio radical en la
correlación de fuerzas de la política nacional. La otra razón que se me ocurre
es el desconocimiento del modo en que han de subsistir estas familias, con el
temor permanente a la separación, con la “Espada de Damocles” de la deportación
siempre pendiente de sus pechos.
Apoyo
la Reforma Migratoria y creo que debemos honrar el derecho de estas personas a
salir de las sombras, a mostrarse públicamente y a través de su trabajo
honrado afianzarse en la tierra en la que han formado sus familias y visto
crecer a sus hijos.
No
tengo la verdad absoluta, pero: ¿Alguien, excepto Dios mismo, la tiene?
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