viernes, 14 de febrero de 2014

¿Somos los nuevos inmigrantes unos parásitos y aprovechados?


Hay personas que viven empeñadas en destacar como generalidad, lo que no es más que excepción. Personas cuyo espíritu es dividir y enfrentar a unos con otros, sobre la base de diferencias generacionales, de nacionalidad, género, raza, entre otros. Una de esas personas me inspira hoy.

Nuevamente la “periodista” que etiquetó a los cubanos de “Malagradecidos” vuelve a la carga, esta vez con un  polémico y divisivo artículo al que pueden acceder a través del siguiente link: http://diariolasamericas.com/blogs/nuevos-inmigrantes-dania-ferro.html

Lo que más me llama la atención de esta joven “escritora” es que, también, es una recién llegada de Cuba y sin embargo no pierde oportunidad de fustigar a los cubanos de la isla o de hablar mal de los que recién pisan suelo de Estados Unidos, provenientes de su tierra u otros lugares de nuestra América. ¿Cuál es su agenda? No lo sé. Quizás solo quiere un poco de protagonismo y sabe que este tema genera pasiones; tal vez es otro quién mueve su pluma desde la sombra; a lo mejor es sencillamente que le ha tocado encontrar en el camino, siempre a las personas equivocadas y por eso su percepción distorsionada de la realidad. De algo estoy seguro: Sus artículos complacen a un sector en extremo radical de la inmigración cubana.

Pero centrémonos en el artículo que recién publica. Esta vez pone varios ejemplos de supuestas personas, recién llegadas y que no quieren trabajar pues aspiran a altos salarios y posiciones, que están más allá de las reales habilidades que poseen. A algunos los podemos imaginar cómo amebas que parasitan a sus familiares de acá y a otros los describe como hipercríticos, que se quejan constantemente de las trabas burocráticas que deben enfrentar para poner en regla sus papeles al llegar (reconozcamos que acá la burocracia gubernamental es asfixiante).

Yo no pongo en duda de que existen personas así. Todos conocemos gente con algunas de esas características (personalmente soy excesivamente crítico en muchísimas ocasiones). Pero nuevamente la autora pierde la objetividad y no hace una historia balanceada. Nuevamente generaliza (error garrafal, debido a la enorme diversidad en el carácter y comportamiento de los seres humanos). Solo uno de los protagonistas de su historia es una persona que quiere salir adelante a través del esfuerzo, los otros solo quieren vivir de fiestas, drogas y manejos turbios.

Yo que muy bien doblo la edad de la autora y que como ella soy casi un recién llegado a estas tierras (cuatro años y algo no es mucho tiempo), tengo cientos de testimonios diferentes a los de ella; conozco a decenas y decenas de personas que llegan acá y ponen todo su empeño en salir adelante y mantener a sus familias dando lo mejor de sí cada día.

Mi esposa sale cada mañana, a cuidar llena de amor a niños ajenos, asumiendo una responsabilidad enorme y lo hace con profesionalidad a pesar del bajo salario que se paga en la mayoría de los “childcares”. Mi suegro es un hombre de más de sesenta años y hace decenas de horas de “overtime” semanales, en las madrugadas. Mi papá, trabaja todo el día en mantenimiento y en las tardes vende frutas en un viejo camión que compró.

Tengo colegas de trabajo que enseñan matemáticas hasta en tres diferentes “colleges”, desde Miami Dade, Broward, Boca Ratón; otros sustituyen en las escuelas públicas y hacen tutorías privadas en sus tiempos libres (si es que les queda algún tiempo libre). Muchos de ellos son relativamente recién llegados.

Por otro lado, cada noche en mi aula de clases se reúnen de quince a veinte jóvenes (y otros no tan jóvenes), muchos con el polvo de Cuba, de Venezuela, o de Nicaragua aún en sus pies, para estudiar matemática, estadística u otras de las ciencias básicas que deben cursar para cumplir sus estudios. Estos son jóvenes que no vienen al aula acabados de salir de una discoteca, o tras un día entero de descanso en la casa, o tras chupar la sangre de sus familiares. Estos, los que yo conozco, son jóvenes que pasan el día en sus trabajos: una cafetería en el aeropuerto, un restaurant de Hialeah, en un puesto de venta del “Mall” de las Américas, en un “dollar discount”, en una oficina médica…. Son gente que llegan cansados, a veces sin tiempo para hacer la última tarea, pero luchan por sus sueños y trabajan muy duro. Venden refrescos hoy, pero sueñan con mañana ser enfermeros, contadores, técnicos de ultrasonido, etc. No necesito mencionar nombres. Todos conocemos gente así.

¿Quién gana dividiendo a la comunidad por generaciones o nacionalidades? No lo sé, pero evidentemente son “fuerzas oscuras”.

Para las personas que “satanizan” a los recién llegados y alaban sin límites la “extrema pureza” de los primeros inmigrantes, también tengo ejemplos opuestos.

Conozco gente venida en los sesenta, cubanos que llegaron solos, desorientados, inmaduros y algunos por ambición se enrolaron en el negocio del tráfico de drogas y en el robo a apartamentos de lujo. Fueron capturados y sancionados y llevan décadas como “deportables”.

No olvidemos el caso (hace un par de años) de un reconocido y “respetable” señor de Miami, padre de otro respetable político, que creó un modelo de estafa financiera, robándose los ahorros de viejos compañeros de antaño y hasta de una orden religiosa. Ese señor no vino ayer, no cruzó el estrecho en balsa (muchos acá usan el término balsero con carácter peyorativo) y sin embargo ahora paga sus culpas en prisión.

Más reciente tenemos el escándalo de Maroño (o maraña), el ex alcalde que recibió sobornos de agentes encubiertos del FBI, que se encuentra en prisión y que posiblemente salgan nuevos cargos contra él, por el vulgar robo de automóviles y el nepotismo. Este señor tampoco es recién llegado, no cruzó ayer el desierto, el rio Grande o el estrecho de la Florida.  

¿Contribuyen los jóvenes que trabajan todo el día y estudian en la noche, al crecimiento económico y espiritual de esta ciudad de Miami? La respuesta es un sí categórico. ¿Aportan beneficios a la ciudad todos estos políticos “añejos” y corruptos, o los afamados “hombres de negocio” que se han enriquecido a través de la usura y el cabildeo, o los que hicieron su plata con droga y estafas financieras, pero nunca han sido descubiertos? La respuesta es no, ellos solo aportan desprestigio y vergüenza.

Sin embargo, no me atrevo a generalizar. No puedo decir que todos los que han hecho dinero lo hicieron de modo sucio, ni siquiera que la mayoría lo hizo de modo sucio. Tengo que asumir, mientras no se demuestre lo contrario, que solo algunos pocos son vulgares ladrones.

No puedo dar por sentado que todos los políticos son corruptos, será injusto con los que no lo sean y ofensivo además. Tengo que asumir, mientras no se demuestre lo contrario, que la mayoría son honestos y que los que han sido desenmascarados y condenados, son solo una excepción de la regla.

De igual modo la autora debía respetar más a los nuevos inmigrantes. Aceptar como regla a los que son esforzados y trabajadores y como excepción a los parásitos, empeñados en ganar dinero fácil.  

Al generalizar los comportamientos negativos de esta nueva oleada de inmigrantes, desbalancea la historia y da argumentos falaces a sectores que están en contra de los que son inmigrantes (como somos nosotros mismos). Un periodista debe ser ante todo objetivo, sopesar cada suceso y no pronunciarse a la ligera.

En mi opinión, el etiquetar a toda una nueva generación de personas que arriban a esta país con las maletas cargadas de sueños, como parásitos, haraganes, vividores (todos son más o menos sinónimos) responde o bien a desconocimiento o a mala intención. Juzgue usted mismo.

 

 

 

 

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