miércoles, 5 de febrero de 2014

Cuba: Retomando reflexiones antiguas, que desgraciadamente no pasan de moda.


Han pasado alrededor de cuatro años, justo cuando acaba de llegar a los Estados Unidos proveniente de mi Cuba querida, publiqué en el sitio web kaosenlared.net un par de artículos bajo el seudónimo de Domingo Maximino Morales (el nombre completo de mi abuelo materno). Usé un seudónimo pues sentía un poco de temor a la reacción de algunos amigos, que yo sabía eran lectores del sitio y que posiblemente discreparían de algunas ideas.

Hoy estoy seguro que discrepar es bueno y confío que mis amigos, si alguna vez leen estas opiniones, entenderán que no me mueve la mala fe, solo el deseo de tener una patria mejor para todos.

Publico nuevamente estos artículos, ahora en mi blog, pues tristemente la realidad cubana no ha cambiado mucho en estos 4 años.

 

Cuba, mi hora de discrepar.

Publicado: 11 de febrero de 2010. 3667 lecturas y 86 comentarios.

Mientras leía lo publicado por Roberto del Valle y otros artículos en este u otros medios, sentí que por mucho tiempo políticos, escritores e ideólogos de todo tipo han achacado la situación actual de Cuba a la falta de sacrificio del pueblo. Rotunda ignorancia o malsana intención.

Se bien que muchas veces hemos sido vindicado por otros que discrepan de esta teoría, pero siento la necesidad de exponer personalmente mis propios puntos a favor de la vindicación del pueblo del Cuba.

Desde el año 59 a la fecha, el pueblo cubano trabajó y participó, entusiastamente, en aras de metas realizables y otras bien descabelladas; pensemos por ejemplo en el hito de la llamada "Zafra de los 10 millones".

De niño, a lo largo de las décadas del 70 y el 80, pude ver a mi propio padre, técnico azucarero, trabajar 14 y 16 horas diarias en tiempo de zafra, sin recibir estimulo monetario especial (por su condición de técnico) o premio alguno. Sus compañeros de trabajo, obreros, residentes de los bateyes de varios centrales villaclareños, se entregaban en la zafra y reparaciones a trabajar bajo enorme presión, para que la maquinaria estuviera lista para moler o para que el tiempo de roturas fuera bajo.

Me ha contado mi padre, que estos obreros y él mismo, consumían alcohol y fumaban despiadadamente durante la roturas, para de algún modo mantener un estado de hiperactividad y de vigilia por largos períodos de tiempo. Por supuesto que consumir alcohol en una industria en la que hay piezas de gran masa en movimiento y presiones de vapor, es una de las violaciones más serias a la seguridad del trabajo que se puedan ocurrir.

Estos mismos obreros azucareros, garantizaban la siembra y limpia de caña, junto a los obreros agrícolas cañeros. Yo mismo, estudiante de secundaria (entre 11 y 14 años de edad), recuerdo haber pasado mis tres escuelas al campo despajando y sembrando caña, cumpliendo una norma y con cero "majaseo" exigido por los profesores.

En la década del 90 llegó el terrible periodo especial y una vez más el pueblo cubano se amoldó obediente y sacrificado a la nueva condición y fue así como los habitantes del campo vimos desaparecer el 100 % de los ómnibus y taxis; buscamos el llamado "maguey" que crecía silvestre en las lomas, para exprimirlo y lavar; nos erigimos en químicos caseros para elaborar jabones a través de las más locas formulaciones y empleando las más variadas sustancias químicas. Comenzamos a pescar y labrar hasta las más pequeñas parcelas de tierra, emulando a nuestros Tainos y Siboneyes. Recuerdo haber ayudado a mi papá a sembrar arroz a coa y regarlo casi a cubos de agua, para al final ver que las espigas eran vanas (sin granos). Recuerdo haber ido a pescar hasta 3 veces en un día, primero para mi casa y luego para otros vecinos que me pedían ayuda y mis avíos de pesca; no olvido haber comido por semanas arroz o plátano burro hervido y pescado (carpitas y tilapitas diminutas) aderezadas en salsa de tomate, hecha en casa.

En este mismo tiempo y a la par de todo esto, estudiábamos en la universidad y sin quejarnos íbamos al comedor a almorzar y comer un caldo de arroz, col y agua con azúcar. Así estudié ingeniería mecánica y llegaba junto a mis amigos a las 3 de la madrugada, hambrientos pero trabajando en nuestros proyectos de curso. Igual nuestros profesores, flacos y sudorosos se trasladaban en bicicletas desde la ciudad de Santa Clara hasta la UCLV, más de 7 u 8 Km en la ida y nuevamente en la vuelta.

En las prácticas en la industria pudimos ver obreros de Planta Mecánica de Santa Clara, Fábrica de Calderas y Ferro-talleres de Sagua La Grande, trabajar casi descalzos, con los overoles rotos, pero parados frente a sus maquinas herramientas, tratando de producir rápido y bueno para cumplir los primeros proyectos, que estas industrias habían firmado con países de Latinoamérica (ejemplo, la fabricación de esclusas para el canal de Panamá), en busca de dólares para mantener la economía nacional.

Era también la época de los famosos contingentes en la agricultura y los miembros de estos eran los mismos obreros de la industria que habían sido declarados excedentes en sus puestos u otros que, aunque seguían siendo necesarios, debían ir para probar su fidelidad y su incondicionalidad. Estos contingentes movilizaron a decenas de miles de obreros cubanos, que sin ser agricultores guataquearon plátanos, cortaron caña, aprendieron a guiar una yunta de bueyes y otras cosas más.

En este tiempo los cubanos de a pie perdieron, todos, 40 o 50 libras de su peso original. Mi papa parecía un enfermo de cáncer y parte de su pelo empezó a caer por el “stress”. Curiosa y paradójicamente nuestros dirigentes de todos los niveles (incluido los directores de las empresas) mantuvieron sus abultados abdómenes y aparecían en el noticiero de televisión, en medio del campo y rodeados de trabajadores sucios y sudados, con ropa de salir y agenda en mano. Ellos tampoco perdieron sus jeep y sus autos Ladas.

En el 94, graduado de ingeniero, comencé a trabajar en un central y almorzábamos en el comedor obrero y a veces nos daban arroz con el pellejo de afuera de los chicharrones de puerco y todos en broma decíamos que los puercos del autoconsumo eran de pellejo y hueso, pues nunca nadie pudo descubrir que destino tomaban las empellas y las masas.

La segunda mitad de la década del 90 siguió siendo bien dura, trabajaba ya en la ciudad de Santa Clara (tras salir del central) y diariamente viajábamos en botella (casi que teníamos una asociación de botelleros) bajo agua, frio, sol ardiente o cualquier condición. Muchas veces nos pagábamos los 40 centavos del pasaje unos a otros por tener el bolsillo vacio.

En esa época, trabajando ya en la docencia, fui con mis estudiantes a recoger café a las lomas del Escambray, desayunando solo un vaso de borra y trabajando todo el día. Fue la época de las BET (Brigadas Estudiantiles de Trabajo), que pueden ser criticadas por su productividad, pero a la que se sumaban todos los estudiantes de pre y universitarios (y pobre del que no fuera); la época de jornadas productivas a medio semestre y de recogidas de papas y escuelas cerradas para este fin.

Con la llegad del nuevo milenio comenzó el declive anunciado de la industria azucarera cubana. ¿Fueron los trabajadores cubanos los responsables de este declive? Para mí la respuesta es no. Los responsables estuvieron en la más alta dirección del país, dígase Nelson Torres, Ulises Rosales o quizás los que nadie nombra nunca como responsables de lo malo: Fidel y Raúl Castro. Fueron responsables al no ver que la industria había que diversificarla en vez de abandonarla a su suerte, que el camino de la diversificación (producción de energía renovable a partir del bagazo y la paja, alcohol, papel, cartón, alimento animal, etc.) era el camino seguido por otros gigantes azucareros como Brasil. Ellos fueron los ciegos, a los obreros nadie les pregunto si querían que desarmaran sus ingenios y los vendieran como chatarra. A los obreros nadie les consulto si era bueno o malo descapitalizar la primera industria cubana. Curiosamente, Fidel Castro responsabilizó una vez de la crisis de la industria azucarera a los obreros azucareros, a los mismos que habían entregado sus vidas al pie de los molinos o de los hornos de bagazo, una vez más la cadena se rompió por el eslabón más débil.

Estos años del nuevo milenio representaron una aparente apertura. En el sector de los profesores universitarios, pudimos vender nuestro conocimiento en el extranjero; pero nadie se engañe, el 75 % del pago obtenido por los servicios fuera de nuestras fronteras iban, al regresar a Cuba, a manos de las autoridades estatales y el profesor solo recibía el 25 %. La Universidad de las Villas llego a ganar por estos conceptos casi 1 millón de dólares, frescos, en un año. Sin embargo un día, alguien pensó que los profesores podían enriquecerse y a pesar de que se estableció partir la tajada 50/50, los obstáculos a las salidas se hicieron tan grandes que era casi imposible “ligar” un viaje de “Profesor Invitado”. Nuevamente la burocracia estatal corto una fuente de entrada de dinero fresco y una vía para mejorar el nivel de vida de sus trabajadores. Paradójicamente, tras la defenestración de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, nos enteramos todos que la esposa de Otto Rivero, que fungía como directora de relaciones internacionales del MES, había viajado a España a comprar "pacotilla" y averiguar si su querido esposo era bien visto o no entre los españoles. ¿Sería que Otto Rivero pensaba que los españoles podrían nombrarlo gobernador de Cuba, a la usanza de Don Diego Velásquez?

Por más de 20 años de mi vida he escuchado que hay que apretarse el cinturón, que estamos mal porque la gente no trabaja y que el estado paternalista nos regala una cuota mensual de alimentos, una olla eléctrica, o salud y educación (recordemos recientemente a Ramiro Valdés hablando de acabar con el “estado paternalista”). Mi pregunta es: ¿Quién les dijo que me regalaban nada?

Si se pueden pagar los costos de la educación o la salud es porque el pueblo trabaja, produce y genera riqueza para que así sea. El estado solo administra y debe distribuir la riqueza, pero por si solo sus estructuras de gobierno no son más que parásitos que viven a expensas de la producción del pueblo (perdonen los filósofos mi concepto de guajiro y mecánico). Somos nosotros los que le pagábamos a un Alarcón para que viajara por el mundo y congestionara el tráfico aéreo (ridícula explicación que este supuesto avezado político dio a Eliecer Ávila, en la UCI, acerca de las razones que no permitían a los cubanos viajar fuera de las fronteras de la isla). Somos nosotros los que mantenemos de almuerzo, gasolina para los carros, computadoras y viáticos para viajar y congestionar los cielos a los funcionarios del MINREX y los otros ministerios. Somos nosotros los ofendidos al saber que nuestros dirigentes (al descubierto Carlos Lage y “Felipito” Perez Roque, pero muchos otros ocultos aún) toman Whisky en fincas y comen masas de cerdo jugando domino, mientras en los solares de la Habana Vieja o en los bateyes del interior se toma “azuquín” o ron adulterado por un vendedor inescrupuloso.

No son los trabajadores los culpables de los problemas de Cuba, pues los trabajadores tuvimos el civismo de decir lo que pensábamos, las cosas que nos inquietaban y los cambiamos que deseábamos. Los culpables son los que no tuvieron el mismo civismo, el valor de publicar un balance de estos pedidos, o de tomar medidas para llevar a cabo los cambios.

Los culpables de la pobreza, de la desmotivación, de la emigración, de la desesperanza, del alcoholismo, de las jineteras, de la delincuencia, del quiebre de las industrias, de la malversación y el robo, de la falta de productividad, son los que no han hecho nada, desde el poder, por resolver estos problemas, por cambiar cosas; los que alargan los plazos, los que dicen que hay que ser cuidadosos porque no podemos arriesgar ¿Arriesgar qué? Sus carros, sus viajes, sus vacaciones, sus prebendas, sus hijos estudiando maestrías y doctorados en Europa o Brasil, sus médicos europeos despreciando a los capaces y esforzados médicos cubanos.

Cuando oigo que alguien mandar a apretarse el cinturón al pueblo o pedirle más esfuerzo, siento deseos de hacerle comer el picadillo bautizado como: "Pancho el Bravo", que nos daban en la universidad, lleno de partes animales extrañas y que algunos bromistas decían que tenia uranio empobrecido o que era anticonceptivo; siento deseos de hacerle montar por años en los camiones en los que he viajado, hasta que en su columna aparezcan las dos hernias discales que padecí en Cuba y que el ortopédico no me pudo infiltrar porque no tenía el esteroide necesario; de hacerles padecer de un apagón en agosto, con mosquitos, con calor y sentir que sus hijos pequeños gritan molestos, como los míos lo han hecho. Quisiera llevarlo a la playa-fanguero en la que pasaba mis vacaciones, picado de jejenes y cargando hasta el agua de bañarse con un cubo.

Es inmoral culpar al pueblo, es injusto hacerlo responsable de las carencias económicas, es una desvergüenza decir que los cubanos no han trabajado o son rateros, que están en el trabajo velando la oportunidad de llevarse cualquier cosa. Los reto a todos, dirigentes de pacotilla, usurpadores de libertades, a vivir como hemos vivido y trabajar como hemos trabajado.

¿Apretarse el cinturón….? que lo hagan los dirigentes cubanos de todos los niveles, si que sus abultadas barrigas los dejan.......

 

 

 

 

Cuba: Mi hora de discrepar (2). Algunas vivencias personales sobre la educación cubana.

Publicado: Publicado: 12 de febrero de 2010. 3401 lecturas y 84 comentarios.

Ante todo, no pretendo hacer una telenovela acerca de mis vivencias personales de la realidad cubana. Tampoco es mi intención negar las vivencias diferentes que otros cubanos puedan tener: se bien que hay quien la ha pasado mejor, y otros que la han pasado peor. No quiero ni puedo negar el derecho a opinar, a no cubanos, desconocedores de nuestra realidad, aunque por un problema de civismo debían ser respetuosos en sus comentarios. Solo pretendo exponer algunos puntos sobre el sistema educación, que para no extenderme demasiado, solo toque someramente o ni siquiera aludí en el artículo previo.

Uno de los temas más sensibles en la población cubana es el referido a la educación. En mis comentarios anteriores mencioné la campaña de alfabetización, como una de las grandes hazañas del proceso iniciado en 1959. A lo largo de mi vida tuve la oportunidad de tener maestros que participaron de esta y que quedaron marcados, para siempre, por la emoción de escuchar a una persona mayor pronunciar, por primera vez, las palabras volcadas en un libro. Pero del 1961 a la fecha ha llovido mucho y cosas buenas y malas pasaron con la educación cubana. El haber trabajado durante 15 años de mi vida vinculado a la Educación Superior me da, como a muchos, una perspectiva personal de este ministerio.

Siendo estudiante en la Universidad de Las Villas, en la primera parte de los 90, el rector era el mismísimo Luis Ignacio Gómez (posteriormente Ministro de Educación y a quien a raíz de su defenestración apodamos, entre amigos, como “El Ministro Viajero” y que nos disculpe Juan Pablo II). Cuentan viejos profesores, que luego fueron mis compañeros, que entre el legado de Luis Ignacio en las Villas se cuentan hechos tales como: reducir la plantilla de trabajadores, a expensas del personal de servicio de la universidad.

Quienes estudiaron en las Villas saben que esta universidad, tiene uno de los campus más hermosos de las universidades cubanas. Arboles maderables y amplias extensiones de áreas verdes rodean a los edificios del proyecto original, dándole lo que hoy podríamos llamar como un toque de armonía con el ambiente natural. Pues bien, al reducirse la plantilla de trabajadores de servicio y pretender que los estudiantes mantuvieran limpias estas áreas, la hierba y la suciedad no se hicieron esperar (a pesar de la lucha que asiduamente estudiantes y trabajadores mantienen contra ellos, hasta el día de hoy).

Igual sufrió el mantenimiento de la beca universitaria o los llamados albergues (electricidad, carpintería, plomería, etc.), lo que llevo a una situación de deterioro en la que las heces fecales y el agua jabonosa se ligaban en los pisos de los baños; acrecentado este desastre al desaparecer parte de las llamadas “tías” o una especie de auxiliares educativas que velaban por el orden y la limpieza. Hoy esas instalaciones de beca han requerido de presupuestos casi millonarios para malamente ser remendadas. Luis Ignacio también se encargo de destrozar el transporte universitario, tras la venta de parte considerable del parque de ómnibus (mayormente Girón VI) pertenecientes a la UCLV, lo que dañó hasta nuestros días la capacidad de transportación de la institución.

Otro detalle que hizo famoso a Luis Ignacio Gómez, según me contaban los más viejos, fue su autoritarismo y arbitrariedad, al punto de tener el record de más intentos de expulsar a profesores (digo intentos, porque al ser tan arbitrario muchos “le ganaron la pelea” en los tribunales y regresaron a la alta casa de estudios).

Así las cosas, fue elevado a la “dignidad” de ministro (casi ser elevado a los altares en Cuba), sustituyendo a José Ramón Fernández y ahí fue que “empezó la fiesta…”.

Lo primero que me consta, siendo profesor del Pedagógico “Félix Varela” de Villa Clara, fue el llamado curso de recalificación. Parecía que sobraban los maestros de la enseñanza básica (los mismos que faltaron a partir de los años del nuevo siglo XXI) y eran enviados a un curso llamado “de recalificación”, bajo la condición de que si no tenían buenos resultados, ahí mismo terminaban su carrera de magisterio. Ahí fue a parar mi profesor de Física de la secundaria, tal vez no un gran físico, pero si un excelente maestro que dominaba, al menos, el contenido que impartía y vencido “colgó los guantes”. Ahí terminaron miles de maestros que mucha falta hicieron después. Lo triste, desde mi perspectiva muy personal, es que la suerte de estos maestros ya estaba decidida cuando la recalificación comenzó.

De esa época tengo una interesante anécdota y es que este prepotente ministro dirigió un claustro, en el Varela, junto a la entonces Directora Provincial: Tomasa Romero. Se empezó a analizar una encuesta, en la que al preguntarle a los estudiantes cuáles eran sus principales inquietudes, respondieron que las condiciones de la beca, la calidad de la comida, el transporte y otras necesidades terrenales. Pues bien, Luis Ignacio montó en cólera y cuestionó que como era posible que esos estudiantes se preocupaban por las vulgares inmediateces de la vida y no por el agujero en la capa de ozono, o las guerras en el medio oriente….. Un profesor de filosofía pidió la palabra y trato de explicar que “el hombre piensa acorde a cómo vive” y que los chicos no se podían preocupar por la capa de ozono antes que de la baja calidad de los alimentos del comedor…. No cuento todas las ofensas lanzadas, por el luego defenestrado ministro, contra el docente que vivía como los estudiantes y trataba desde su propia perspectiva explicar lo que sentían. Si recuerdo haber escuchado de su boca: “…con profesores tan flojos, que podía esperarse de los alumnos…”. A este excelente profesor lo volví a ver trabajando en la Universidad de Las Villas años después.

Para no extenderme, quiero recapitular brevemente  sobre el llamado proceso de integración del MINED (Ministerio de Educación) y los Institutos Pedagógicos. Un experimento desarrollado en Villa Clara y en Camagüey (como pruebas piloto) y en el que se disolvieron completamente los equipos metodológicos municipales y provinciales, pues decían que los metodólogos estaban estancados y se habían quedado atrás. Aunque la idea no era mala en su esencia, como todo en Cuba, fue llevada al extremo y experimentados metodólogos fueron enviados de regreso a las escuelas y entonces jóvenes ingenieros como yo (al menos en la educación técnica-profesional) técnicamente preparados, pero que nada sabíamos de Pedagogía o Metodología de la Enseñanza, fuimos llevados a visitar clases e inspeccionar a experimentados profesores de las escuelas politécnicas. Muchas veces me sentí ridículo en esta condición de metodólogo “de mentiritas”, pero era lo establecido y a cuanta reunión íbamos, los dirigentes ponderaban lo beneficioso de este nuevo sistema.

En esta época los profesores del pedagógico, los que eran maestros de carrera, se cuestionaban la causa de que el ministerio de educación, nunca hubiera estado dirigido por un verdadero pedagogo, a pesar de la rica tradición pedagógica de Cuba. También cuestionaban los preuniversitarios en el campo, preguntándose cómo lograr bachilleres con una cultura universal adecuada, en medio de los campos de Motembo o el Yabú. Una respetada profesora de Literatura y Español decía que el Bachiller había que formarlo en una institución situada (al menos en nuestra ciudad) justo en el área del parque “Leoncio Vidal” de Santa Clara, con la biblioteca Martí a un costado y el Museo de Artes Decorativas al frente, que de otro modo, nunca formaríamos un verdadero bachiller.

Ya mas reciente llegarían las transformaciones en la secundaria y el preuniversitario y ahí “llego y paró”. No conocí a nadie que haya tenido hijos en la secundaria y que haya tenido buena opinión de ese modelo de enseñanza. Llegaron los PGI (profesores generales integrales), que si se hubieran formado con cuidado, perfectamente habrían dominado un área del conocimiento que incluyera varias ciencias, pero que “madurados con carburo” lo que hicieron fue y perdonen la frase, porque no creo que haya sido la intención de estos chicos “sacar guev… y no aprender a capar”; sin base alguna metodológica o científica, se convirtieron en operadores de video casetes.

Se olvidó entonces la atención diferenciada a los estudiantes partiendo del diagnóstico del grupo. No porque no se pudiera hacer bajo este modelo, sino porque los chicos no estaban preparados para esto. Fueron lanzados al ruedo, como en la heroica campaña de alfabetización, pero no a enseñar a pronunciar las letras de un nombre, sino a tratar de explicar: la evolución de las especies, los fundamentos del movimiento de los cuerpos a la luz de la mecánica clásica o la tabla periódica de los elementos químicos.

Igual se quiso que viejos profesores de matemáticas impartieran español o viceversa. Por suerte muchos que conozco se negaron, e hicieron acuerdos internos con las direcciones de las escuelas.

Algunos de mis amigos dicen que vamos a tener una generación perdida en la educación cubana, debido a lo nefasto de estos experimentos pedagógicos, conducidos como “carreta de bueyes”, a punta de aguijón. Yo quiero ser más optimista, pues pienso que los jóvenes están tan ávidos de aprender, que con un poco de esfuerzo llenan las lagunas de una deficiente instrucción.

No hablemos del éxodo de los maestros ante la falta de reconocimiento de su labor por parte del estado. No hablemos de la desmotivación y el hastío. No hablemos de haber quitado al maestro como figura central, esencial, imprescindible y protagonista del sistema de enseñanza, pues esos temas han sido muchas veces tocados. Solo quisiera tener a mano sobre esto, las palabras de Graciela Pogolotti en su intervención en el último congreso de la UNEAC, ese día sentí que los maestros eran reivindicados públicamente.

Un día, porque siempre hay un día, nos enteramos que sobre Luis Ignacio caía la ira de Zeus. Que el ministro había congestionado a su antojo los cielos y que se había achacado públicamente ¿éxitos?, que “no le correspondían”.

Siempre me quedó la duda: ¿quién aprueba las salidas de un ministro al extranjero, tal que 70 viajes pasen inadvertidos? ¿es tan escandaloso 70 viajes en tantos años? Yo conozco profesores de la UCLV que han viajado, en ese mismo período de tiempo, más que Luis Ignacio. Por supuesto y de algún modo rectifico, 70 viajes son escandalosos, en extremo escandalosos para nosotros, simples mortales que no podemos dar ni un solo viajecito.

Pero la pregunta más importante es, en mi opinión: ¿Quién, tras bambalinas, movía los hilos de Luis Ignacio en cada una de estas, para mí, desacertadas decisiones? Esa respuesta, en Cuba, la sabe hasta el “bobo de Abela”. Era Fidel, esta vez disfrazado de titiritero y de algún modo, en la columna que escribió explicando la defenestración de Luis Ignacio, reclamó para sí la gloria de los ¿éxitos? obtenidos.

En todos estos años nadie escuchó a los verdaderos protagonistas de esta obra, a los maestros, a los alumnos, a los padres. Sus opiniones nunca fueron tenidas en cuenta, al menos si era contraria a los designios de los ilustres dirigentes. Todos tuvimos que observar a nuestros hijos dormirse sin remedio, en sus aulas de secundaria básica, ante horas y horas de tele clases.

Por último, ya el MINED cubano tiene ministro del mundo del magisterio, pero en la concreta no acabo de ver verdaderas transformaciones que revolucionen el sistema de educación. Aunque le doy 5 puntos a la decisión de que nuevamente haya pre universitarios en las ciudades y que esa sea una opción para que las personas decidan, acorde a sus condiciones, donde mandar a sus hijos.

Ah, y para los que van a decir ahora que la instrucción en Cuba es mejor que la de Latinoamérica e incluso de algunos países desarrollados. Pues estoy en parte de acuerdo, pero saben algo, hubiera podido ser mucho mejor, más formadora de valores, más universal, si los protagonistas hubieran podido expresar con honestidad sus pareceres y hubieran sido escuchados por los “burócratas viajeros” o los titiriteros improvisados.

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