Han pasado
alrededor de cuatro años, justo cuando acaba de llegar a los Estados Unidos
proveniente de mi Cuba querida, publiqué en el sitio web kaosenlared.net un par
de artículos bajo el seudónimo de Domingo Maximino Morales (el nombre completo
de mi abuelo materno). Usé un seudónimo pues sentía un poco de temor a la
reacción de algunos amigos, que yo sabía eran lectores del sitio y que
posiblemente discreparían de algunas ideas.
Hoy
estoy seguro que discrepar es bueno y confío que mis amigos, si alguna vez leen estas
opiniones, entenderán que no me mueve la mala fe, solo el deseo de tener una
patria mejor para todos.
Publico
nuevamente estos artículos, ahora en mi blog, pues tristemente la realidad cubana no ha cambiado
mucho en estos 4 años.
Cuba, mi hora de
discrepar.
Publicado: 11 de febrero de 2010. 3667
lecturas y 86 comentarios.
Mientras
leía lo publicado por Roberto del Valle y otros artículos en este u otros
medios, sentí que por mucho tiempo políticos, escritores e ideólogos de todo
tipo han achacado la situación actual de Cuba a la falta de sacrificio del
pueblo. Rotunda ignorancia o malsana intención.
Se
bien que muchas veces hemos sido vindicado por otros que discrepan de esta
teoría, pero siento la necesidad de exponer personalmente mis propios puntos a
favor de la vindicación del pueblo del Cuba.
Desde
el año 59 a la fecha, el pueblo cubano trabajó y participó, entusiastamente, en
aras de metas realizables y otras bien descabelladas; pensemos por ejemplo en
el hito de la llamada "Zafra de los 10 millones".
De
niño, a lo largo de las décadas del 70 y el 80, pude ver a mi propio padre,
técnico azucarero, trabajar 14 y 16 horas diarias en tiempo de zafra, sin
recibir estimulo monetario especial (por su condición de técnico) o premio
alguno. Sus compañeros de trabajo, obreros, residentes de los bateyes de varios
centrales villaclareños, se entregaban en la zafra y reparaciones a trabajar
bajo enorme presión, para que la maquinaria estuviera lista para moler o para
que el tiempo de roturas fuera bajo.
Me
ha contado mi padre, que estos obreros y él mismo, consumían alcohol y fumaban
despiadadamente durante la roturas, para de algún modo mantener un estado de hiperactividad
y de vigilia por largos períodos de tiempo. Por supuesto que consumir alcohol
en una industria en la que hay piezas de gran masa en movimiento y presiones de
vapor, es una de las violaciones más serias a la seguridad del trabajo que se
puedan ocurrir.
Estos
mismos obreros azucareros, garantizaban la siembra y limpia de caña, junto a
los obreros agrícolas cañeros. Yo mismo, estudiante de secundaria (entre 11 y
14 años de edad), recuerdo haber pasado mis tres escuelas al campo despajando y
sembrando caña, cumpliendo una norma y con cero "majaseo" exigido por
los profesores.
En
la década del 90 llegó el terrible periodo especial y una vez más el pueblo
cubano se amoldó obediente y sacrificado a la nueva condición y fue así como
los habitantes del campo vimos desaparecer el 100 % de los ómnibus y taxis;
buscamos el llamado "maguey" que crecía silvestre en las lomas, para
exprimirlo y lavar; nos erigimos en químicos caseros para elaborar jabones a
través de las más locas formulaciones y empleando las más variadas sustancias
químicas. Comenzamos a pescar y labrar hasta las más pequeñas parcelas de
tierra, emulando a nuestros Tainos y Siboneyes. Recuerdo haber ayudado a mi
papá a sembrar arroz a coa y regarlo casi a cubos de agua, para al final ver
que las espigas eran vanas (sin granos). Recuerdo haber ido a pescar hasta 3
veces en un día, primero para mi casa y luego para otros vecinos que me pedían
ayuda y mis avíos de pesca; no olvido haber comido por semanas arroz o plátano
burro hervido y pescado (carpitas y tilapitas diminutas) aderezadas en salsa de
tomate, hecha en casa.
En
este mismo tiempo y a la par de todo esto, estudiábamos en la universidad y sin
quejarnos íbamos al comedor a almorzar y comer un caldo de arroz, col y agua
con azúcar. Así estudié ingeniería mecánica y llegaba junto a mis amigos a las
3 de la madrugada, hambrientos pero trabajando en nuestros proyectos de curso. Igual
nuestros profesores, flacos y sudorosos se trasladaban en bicicletas desde la
ciudad de Santa Clara hasta la UCLV, más de 7 u 8 Km en la ida y nuevamente en
la vuelta.
En
las prácticas en la industria pudimos ver obreros de Planta Mecánica de Santa
Clara, Fábrica de Calderas y Ferro-talleres de Sagua La Grande, trabajar casi
descalzos, con los overoles rotos, pero parados frente a sus maquinas
herramientas, tratando de producir rápido y bueno para cumplir los primeros
proyectos, que estas industrias habían firmado con países de Latinoamérica (ejemplo,
la fabricación de esclusas para el canal de Panamá), en busca de dólares para
mantener la economía nacional.
Era
también la época de los famosos contingentes en la agricultura y los miembros
de estos eran los mismos obreros de la industria que habían sido declarados
excedentes en sus puestos u otros que, aunque seguían siendo necesarios, debían
ir para probar su fidelidad y su incondicionalidad. Estos contingentes
movilizaron a decenas de miles de obreros cubanos, que sin ser agricultores
guataquearon plátanos, cortaron caña, aprendieron a guiar una yunta de bueyes y
otras cosas más.
En
este tiempo los cubanos de a pie perdieron, todos, 40 o 50 libras de su peso
original. Mi papa parecía un enfermo de cáncer y parte de su pelo empezó a caer
por el “stress”. Curiosa y paradójicamente nuestros dirigentes de todos los
niveles (incluido los directores de las empresas) mantuvieron sus abultados
abdómenes y aparecían en el noticiero de televisión, en medio del campo y rodeados
de trabajadores sucios y sudados, con ropa de salir y agenda en mano. Ellos
tampoco perdieron sus jeep y sus autos Ladas.
En
el 94, graduado de ingeniero, comencé a trabajar en un central y almorzábamos
en el comedor obrero y a veces nos daban arroz con el pellejo de afuera de los
chicharrones de puerco y todos en broma decíamos que los puercos del
autoconsumo eran de pellejo y hueso, pues nunca nadie pudo descubrir que
destino tomaban las empellas y las masas.
La
segunda mitad de la década del 90 siguió siendo bien dura, trabajaba ya en la
ciudad de Santa Clara (tras salir del central) y diariamente viajábamos en botella
(casi que teníamos una asociación de botelleros) bajo agua, frio, sol ardiente
o cualquier condición. Muchas veces nos pagábamos los 40 centavos del pasaje
unos a otros por tener el bolsillo vacio.
En
esa época, trabajando ya en la docencia, fui con mis estudiantes a recoger café
a las lomas del Escambray, desayunando solo un vaso de borra y trabajando todo
el día. Fue la época de las BET (Brigadas Estudiantiles de Trabajo), que pueden
ser criticadas por su productividad, pero a la que se sumaban todos los
estudiantes de pre y universitarios (y pobre del que no fuera); la época de
jornadas productivas a medio semestre y de recogidas de papas y escuelas
cerradas para este fin.
Con
la llegad del nuevo milenio comenzó el declive anunciado de la industria
azucarera cubana. ¿Fueron los trabajadores cubanos los responsables de este
declive? Para mí la respuesta es no. Los responsables estuvieron en la más alta
dirección del país, dígase Nelson Torres, Ulises Rosales o quizás los que nadie
nombra nunca como responsables de lo malo: Fidel y Raúl Castro. Fueron
responsables al no ver que la industria había que diversificarla en vez de
abandonarla a su suerte, que el camino de la diversificación (producción de
energía renovable a partir del bagazo y la paja, alcohol, papel, cartón,
alimento animal, etc.) era el camino seguido por otros gigantes azucareros como
Brasil. Ellos fueron los ciegos, a los obreros nadie les pregunto si querían
que desarmaran sus ingenios y los vendieran como chatarra. A los obreros nadie
les consulto si era bueno o malo descapitalizar la primera industria cubana. Curiosamente,
Fidel Castro responsabilizó una vez de la crisis de la industria azucarera a
los obreros azucareros, a los mismos que habían entregado sus vidas al pie de
los molinos o de los hornos de bagazo, una vez más la cadena se rompió por el
eslabón más débil.
Estos
años del nuevo milenio representaron una aparente apertura. En el sector de los
profesores universitarios, pudimos vender nuestro conocimiento en el
extranjero; pero nadie se engañe, el 75 % del pago obtenido por los servicios fuera
de nuestras fronteras iban, al regresar a Cuba, a manos de las autoridades
estatales y el profesor solo recibía el 25 %. La Universidad de las Villas
llego a ganar por estos conceptos casi 1 millón de dólares, frescos, en un año.
Sin embargo un día, alguien pensó que los profesores podían enriquecerse y a
pesar de que se estableció partir la tajada 50/50, los obstáculos a las salidas
se hicieron tan grandes que era casi imposible “ligar” un viaje de “Profesor
Invitado”. Nuevamente la burocracia estatal corto una fuente de entrada de dinero
fresco y una vía para mejorar el nivel de vida de sus trabajadores.
Paradójicamente, tras la defenestración de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque,
nos enteramos todos que la esposa de Otto Rivero, que fungía como directora de
relaciones internacionales del MES, había viajado a España a comprar
"pacotilla" y averiguar si su querido esposo era bien visto o no
entre los españoles. ¿Sería que Otto Rivero pensaba que los españoles podrían
nombrarlo gobernador de Cuba, a la usanza de Don Diego Velásquez?
Por
más de 20 años de mi vida he escuchado que hay que apretarse el cinturón, que
estamos mal porque la gente no trabaja y que el estado paternalista nos regala
una cuota mensual de alimentos, una olla eléctrica, o salud y educación
(recordemos recientemente a Ramiro Valdés hablando de acabar con el “estado
paternalista”). Mi pregunta es: ¿Quién les dijo que me regalaban nada?
Si
se pueden pagar los costos de la educación o la salud es porque el pueblo
trabaja, produce y genera riqueza para que así sea. El estado solo administra y
debe distribuir la riqueza, pero por si solo sus estructuras de gobierno no son
más que parásitos que viven a expensas de la producción del pueblo (perdonen
los filósofos mi concepto de guajiro y mecánico). Somos nosotros los que le pagábamos
a un Alarcón para que viajara por el mundo y congestionara el tráfico aéreo (ridícula
explicación que este supuesto avezado político dio a Eliecer Ávila, en la UCI,
acerca de las razones que no permitían a los cubanos viajar fuera de las
fronteras de la isla). Somos nosotros los que mantenemos de almuerzo, gasolina
para los carros, computadoras y viáticos para viajar y congestionar los cielos
a los funcionarios del MINREX y los otros ministerios. Somos nosotros los
ofendidos al saber que nuestros dirigentes (al descubierto Carlos Lage y “Felipito”
Perez Roque, pero muchos otros ocultos aún) toman Whisky en fincas y comen
masas de cerdo jugando domino, mientras en los solares de la Habana Vieja o en
los bateyes del interior se toma “azuquín” o ron adulterado por un vendedor
inescrupuloso.
No
son los trabajadores los culpables de los problemas de Cuba, pues los
trabajadores tuvimos el civismo de decir lo que pensábamos, las cosas que nos
inquietaban y los cambiamos que deseábamos. Los culpables son los que no
tuvieron el mismo civismo, el valor de publicar un balance de estos pedidos, o
de tomar medidas para llevar a cabo los cambios.
Los
culpables de la pobreza, de la desmotivación, de la emigración, de la
desesperanza, del alcoholismo, de las jineteras, de la delincuencia, del
quiebre de las industrias, de la malversación y el robo, de la falta de
productividad, son los que no han hecho nada, desde el poder, por resolver estos
problemas, por cambiar cosas; los que alargan los plazos, los que dicen que hay
que ser cuidadosos porque no podemos arriesgar ¿Arriesgar qué? Sus carros, sus
viajes, sus vacaciones, sus prebendas, sus hijos estudiando maestrías y
doctorados en Europa o Brasil, sus médicos europeos despreciando a los capaces
y esforzados médicos cubanos.
Cuando
oigo que alguien mandar a apretarse el cinturón al pueblo o pedirle más
esfuerzo, siento deseos de hacerle comer el picadillo bautizado como: "Pancho
el Bravo", que nos daban en la universidad, lleno de partes animales
extrañas y que algunos bromistas decían que tenia uranio empobrecido o que era
anticonceptivo; siento deseos de hacerle montar por años en los camiones en los
que he viajado, hasta que en su columna aparezcan las dos hernias discales que
padecí en Cuba y que el ortopédico no me pudo infiltrar porque no tenía el
esteroide necesario; de hacerles padecer de un apagón en agosto, con mosquitos,
con calor y sentir que sus hijos pequeños gritan molestos, como los míos lo han
hecho. Quisiera llevarlo a la playa-fanguero en la que pasaba mis vacaciones,
picado de jejenes y cargando hasta el agua de bañarse con un cubo.
Es
inmoral culpar al pueblo, es injusto hacerlo responsable de las carencias
económicas, es una desvergüenza decir que los cubanos no han trabajado o son
rateros, que están en el trabajo velando la oportunidad de llevarse cualquier
cosa. Los reto a todos, dirigentes de pacotilla, usurpadores de libertades, a
vivir como hemos vivido y trabajar como hemos trabajado.
¿Apretarse
el cinturón….? que lo hagan los dirigentes cubanos de todos los niveles, si que
sus abultadas barrigas los dejan.......
Cuba: Mi hora de
discrepar (2). Algunas vivencias personales sobre la educación cubana.
Publicado: Publicado: 12 de febrero de
2010. 3401 lecturas y 84 comentarios.
Ante
todo, no pretendo hacer una telenovela acerca de mis vivencias personales de la
realidad cubana. Tampoco es mi intención negar las vivencias diferentes que
otros cubanos puedan tener: se bien que hay quien la ha pasado mejor, y otros que
la han pasado peor. No quiero ni puedo negar el derecho a opinar, a no cubanos,
desconocedores de nuestra realidad, aunque por un problema de civismo debían
ser respetuosos en sus comentarios. Solo pretendo exponer algunos puntos sobre
el sistema educación, que para no extenderme demasiado, solo toque someramente
o ni siquiera aludí en el artículo previo.
Uno
de los temas más sensibles en la población cubana es el referido a la
educación. En mis comentarios anteriores mencioné la campaña de alfabetización,
como una de las grandes hazañas del proceso iniciado en 1959. A lo largo de mi
vida tuve la oportunidad de tener maestros que participaron de esta y que
quedaron marcados, para siempre, por la emoción de escuchar a una persona mayor
pronunciar, por primera vez, las palabras volcadas en un libro. Pero del 1961 a
la fecha ha llovido mucho y cosas buenas y malas pasaron con la educación
cubana. El haber trabajado durante 15 años de mi vida vinculado a la Educación
Superior me da, como a muchos, una perspectiva personal de este ministerio.
Siendo
estudiante en la Universidad de Las Villas, en la primera parte de los 90, el
rector era el mismísimo Luis Ignacio Gómez (posteriormente Ministro de Educación
y a quien a raíz de su defenestración apodamos, entre amigos, como “El Ministro
Viajero” y que nos disculpe Juan Pablo II). Cuentan viejos profesores, que
luego fueron mis compañeros, que entre el legado de Luis Ignacio en las Villas
se cuentan hechos tales como: reducir la plantilla de trabajadores, a expensas
del personal de servicio de la universidad.
Quienes
estudiaron en las Villas saben que esta universidad, tiene uno de los campus más hermosos de las universidades
cubanas. Arboles maderables y amplias extensiones de áreas verdes rodean a los
edificios del proyecto original, dándole lo que hoy podríamos llamar como un
toque de armonía con el ambiente natural. Pues bien, al reducirse la plantilla
de trabajadores de servicio y pretender que los estudiantes mantuvieran limpias
estas áreas, la hierba y la suciedad no se hicieron esperar (a pesar de la
lucha que asiduamente estudiantes y trabajadores mantienen contra ellos, hasta
el día de hoy).
Igual
sufrió el mantenimiento de la beca universitaria o los llamados albergues
(electricidad, carpintería, plomería, etc.), lo que llevo a una situación de
deterioro en la que las heces fecales y el agua jabonosa se ligaban en los
pisos de los baños; acrecentado este desastre al desaparecer parte de las
llamadas “tías” o una especie de auxiliares educativas que velaban por el orden
y la limpieza. Hoy esas instalaciones de beca han requerido de presupuestos
casi millonarios para malamente ser remendadas. Luis Ignacio también se encargo
de destrozar el transporte universitario, tras la venta de parte considerable
del parque de ómnibus (mayormente Girón VI) pertenecientes a la UCLV, lo que
dañó hasta nuestros días la capacidad de transportación de la institución.
Otro
detalle que hizo famoso a Luis Ignacio Gómez, según me contaban los más viejos,
fue su autoritarismo y arbitrariedad, al punto de tener el record de más intentos de expulsar a profesores
(digo intentos, porque al ser tan arbitrario muchos “le ganaron la pelea” en
los tribunales y regresaron a la alta casa de estudios).
Así
las cosas, fue elevado a la “dignidad” de ministro (casi ser elevado a los
altares en Cuba), sustituyendo a José Ramón Fernández y ahí fue que “empezó la
fiesta…”.
Lo
primero que me consta, siendo profesor del Pedagógico “Félix Varela” de Villa
Clara, fue el llamado curso de recalificación. Parecía que sobraban los
maestros de la enseñanza básica (los mismos que faltaron a partir de los años
del nuevo siglo XXI) y eran enviados a un curso llamado “de recalificación”,
bajo la condición de que si no tenían buenos resultados, ahí mismo terminaban
su carrera de magisterio. Ahí fue a parar mi profesor de Física de la
secundaria, tal vez no un gran físico, pero si un excelente maestro que
dominaba, al menos, el contenido que impartía y vencido “colgó los guantes”.
Ahí terminaron miles de maestros que mucha falta hicieron después. Lo triste,
desde mi perspectiva muy personal, es que la suerte de estos maestros ya estaba
decidida cuando la recalificación comenzó.
De
esa época tengo una interesante anécdota y es que este prepotente ministro
dirigió un claustro, en el Varela, junto a la entonces Directora Provincial:
Tomasa Romero. Se empezó a analizar una encuesta, en la que al preguntarle a
los estudiantes cuáles eran sus principales inquietudes, respondieron que las
condiciones de la beca, la calidad de la comida, el transporte y otras
necesidades terrenales. Pues bien, Luis Ignacio montó en cólera y cuestionó que
como era posible que esos estudiantes se preocupaban por las vulgares
inmediateces de la vida y no por el agujero en la capa de ozono, o las guerras
en el medio oriente….. Un profesor de filosofía pidió la palabra y trato de
explicar que “el hombre piensa acorde a cómo vive” y que los chicos no se
podían preocupar por la capa de ozono antes que de la baja calidad de los
alimentos del comedor…. No cuento todas las ofensas lanzadas, por el luego defenestrado
ministro, contra el docente que vivía como los estudiantes y trataba desde su
propia perspectiva explicar lo que sentían. Si recuerdo haber escuchado de su
boca: “…con profesores tan flojos, que podía esperarse de los alumnos…”. A este
excelente profesor lo volví a ver trabajando en la Universidad de Las Villas
años después.
Para
no extenderme, quiero recapitular brevemente
sobre el llamado proceso de integración del MINED (Ministerio de
Educación) y los Institutos Pedagógicos. Un experimento desarrollado en Villa
Clara y en Camagüey (como pruebas piloto) y en el que se disolvieron completamente
los equipos metodológicos municipales y provinciales, pues decían que los
metodólogos estaban estancados y se habían quedado atrás. Aunque la idea no era
mala en su esencia, como todo en Cuba, fue llevada al extremo y experimentados
metodólogos fueron enviados de regreso a las escuelas y entonces jóvenes
ingenieros como yo (al menos en la educación técnica-profesional) técnicamente
preparados, pero que nada sabíamos de Pedagogía o Metodología de la Enseñanza,
fuimos llevados a visitar clases e inspeccionar a experimentados profesores de
las escuelas politécnicas. Muchas veces me sentí ridículo en esta condición de
metodólogo “de mentiritas”, pero era lo establecido y a cuanta reunión íbamos,
los dirigentes ponderaban lo beneficioso de este nuevo sistema.
En
esta época los profesores del pedagógico, los que eran maestros de carrera, se
cuestionaban la causa de que el ministerio de educación, nunca hubiera estado
dirigido por un verdadero pedagogo, a pesar de la rica tradición pedagógica de
Cuba. También cuestionaban los preuniversitarios en el campo, preguntándose
cómo lograr bachilleres con una cultura universal adecuada, en medio de los
campos de Motembo o el Yabú. Una respetada profesora de Literatura y Español
decía que el Bachiller había que formarlo en una institución situada (al menos
en nuestra ciudad) justo en el área del parque “Leoncio Vidal” de Santa Clara,
con la biblioteca Martí a un costado y el Museo de Artes Decorativas al frente,
que de otro modo, nunca formaríamos un verdadero bachiller.
Ya
mas reciente llegarían las transformaciones en la secundaria y el
preuniversitario y ahí “llego y paró”. No conocí a nadie que haya tenido hijos
en la secundaria y que haya tenido buena opinión de ese modelo de enseñanza.
Llegaron los PGI (profesores generales integrales), que si se hubieran formado
con cuidado, perfectamente habrían dominado un área del conocimiento que
incluyera varias ciencias, pero que “madurados con carburo” lo que hicieron fue
y perdonen la frase, porque no creo que haya sido la intención de estos chicos
“sacar guev… y no aprender a capar”; sin base alguna metodológica o científica,
se convirtieron en operadores de video casetes.
Se
olvidó entonces la atención diferenciada a los estudiantes partiendo del diagnóstico
del grupo. No porque no se pudiera hacer bajo este modelo, sino porque los
chicos no estaban preparados para esto. Fueron lanzados al ruedo, como en la
heroica campaña de alfabetización, pero no a enseñar a pronunciar las letras de
un nombre, sino a tratar de explicar: la evolución de las especies, los
fundamentos del movimiento de los cuerpos a la luz de la mecánica clásica o la
tabla periódica de los elementos químicos.
Igual
se quiso que viejos profesores de matemáticas impartieran español o viceversa.
Por suerte muchos que conozco se negaron, e hicieron acuerdos internos con las
direcciones de las escuelas.
Algunos
de mis amigos dicen que vamos a tener una generación perdida en la educación
cubana, debido a lo nefasto de estos experimentos pedagógicos, conducidos como “carreta
de bueyes”, a punta de aguijón. Yo quiero ser más optimista, pues pienso que
los jóvenes están tan ávidos de aprender, que con un poco de esfuerzo llenan
las lagunas de una deficiente instrucción.
No
hablemos del éxodo de los maestros ante la falta de reconocimiento de su labor
por parte del estado. No hablemos de la desmotivación y el hastío. No hablemos
de haber quitado al maestro como figura central, esencial, imprescindible y
protagonista del sistema de enseñanza, pues esos temas han sido muchas veces
tocados. Solo quisiera tener a mano sobre esto, las palabras de Graciela
Pogolotti en su intervención en el último congreso de la UNEAC, ese día sentí
que los maestros eran reivindicados públicamente.
Un
día, porque siempre hay un día, nos enteramos que sobre Luis Ignacio caía la
ira de Zeus. Que el ministro había congestionado a su antojo los cielos y que
se había achacado públicamente ¿éxitos?, que “no le correspondían”.
Siempre
me quedó la duda: ¿quién aprueba las salidas de un ministro al extranjero, tal
que 70 viajes pasen inadvertidos? ¿es tan escandaloso 70 viajes en tantos años?
Yo conozco profesores de la UCLV que han viajado, en ese mismo período de
tiempo, más que Luis Ignacio. Por supuesto y de algún modo rectifico, 70 viajes
son escandalosos, en extremo escandalosos para nosotros, simples mortales que
no podemos dar ni un solo viajecito.
Pero
la pregunta más importante es, en mi opinión: ¿Quién, tras bambalinas, movía
los hilos de Luis Ignacio en cada una de estas, para mí, desacertadas decisiones?
Esa respuesta, en Cuba, la sabe hasta el “bobo de Abela”. Era Fidel, esta vez disfrazado
de titiritero y de algún modo, en la columna que escribió explicando la defenestración
de Luis Ignacio, reclamó para sí la gloria de los ¿éxitos? obtenidos.
En
todos estos años nadie escuchó a los verdaderos protagonistas de esta obra, a
los maestros, a los alumnos, a los padres. Sus opiniones nunca fueron tenidas
en cuenta, al menos si era contraria a los designios de los ilustres
dirigentes. Todos tuvimos que observar a nuestros hijos dormirse sin remedio,
en sus aulas de secundaria básica, ante horas y horas de tele clases.
Por
último, ya el MINED cubano tiene ministro del mundo del magisterio, pero en la
concreta no acabo de ver verdaderas transformaciones que revolucionen el
sistema de educación. Aunque le doy 5 puntos a la decisión de que nuevamente
haya pre universitarios en las ciudades y que esa sea una opción para que las
personas decidan, acorde a sus condiciones, donde mandar a sus hijos.
Ah,
y para los que van a decir ahora que la instrucción en Cuba es mejor que la de
Latinoamérica e incluso de algunos países desarrollados. Pues estoy en parte de
acuerdo, pero saben algo, hubiera podido ser mucho mejor, más formadora de
valores, más universal, si los protagonistas hubieran podido expresar con
honestidad sus pareceres y hubieran sido escuchados por los “burócratas
viajeros” o los titiriteros improvisados.
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