martes, 19 de enero de 2016

“Gordo de trapo” (fragmento del Capítulo I)

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La mañana del terrible suceso, habíamos salido temprano. Siempre salíamos temprano a caminar, porque en las tardes yo iba a la escuela. Después de bromear con sus amigos, viejos como él, que se sentaban cada mañana en la glorieta, bajos los laureles del parque y de mostrar en broma su enorme cuchillo, al que llamaba “matavacas”, decidió llevarme al parquecito infantil.

Aquella mañana yo me sentía inspirado, dispuesto a afrontar, quizás, la aventura más grande y riesgosa de toda mi vida: empujar al viejo y oxidado tiovivo y saltar sobre el cuándo girara a suficiente velocidad (casi supersónica para mí).

Al percibir mi intención todos los muchachos, que ya conocían de mi falta de destreza, se agolparon a mí alrededor para presenciar la inusual “hazaña”…. Sentía cada mirada sobre mi nuca y mi única preocupación era que si algo salía mal, le fallaría a mi abuelo y sería el hazmerreir de la escuela.

Me acerqué despacio, contemplado con mirada de reto a mi rival, escudriñando su esqueleto metálico para tratar de detectar sus puntos más débiles; lo agarré con mis manos regordetas y sentí las frías cabillas corrugadas que formaban el cuerpo de mi oponente. Afinqué mis pies en la arena y comencé a empujar. Giro, giro, giro, corre, corre, corre,.. El gruñón armatroste empezó a ganar velocidad, yo me sentía agitado por el esfuerzo, y el corazón me palpitaba más fuerte tras cada vuelta…. Todo lo tenía calculado en mi mente: …“cuando la velocidad fuera suficiente saltaría, con todas mis fuerzas, sobre el enemigo y este caería derrotado a mis pies, yo giraría victorioso sobre él y mi triunfo sería proclamado a los cuatro vientos, llegando incluso a los oídos de algunas chicas del aula que ahora me miraban con una mezcla de burla e indiferencia…”. Una vuelta más y era el momento de saltar, ahora, justo ahora y…. un pequeño fallo, un ligero traspiés, un suave resbalón sobre la arena mojada arruinó mis cálculos; el salto no logró ser lo suficientemente fuerte para elevar mi pesado cuerpo sobre las costillas de hierro de mi oponente y fui irremediablemente arrastrado por este…. Todo ocurrió en un segundo, un salto, el traspié y la arena que inundó mi boca, atorándose justo en mi garganta. Acto seguido, aquel grito que se clavó en mis oídos y peor aún, penetró hasta mi corazón dejando una herida insanable: “Gordo ‘e trapoooo”, miren muchachos, miren, se cayó el gordo ‘e trapoooo… y una carcajada masiva, sonora, burlona, infinita, que retumbó en todos los rincones de mi pueblo y por ende de mi universo,… Ese fue el castigo y el premio que la multitud de chicos me entregó por mi osadía.


No sabía qué hacer, no me atrevía a mirar a mi abuelo pensando en la desilusión que debía estar sintiendo, no podía y no quería mirar a los muchachos que me rodeaban y que no dejaban de reírse y gritarme: “...levántate gordo ‘e trapo, mira que te vas a comer toda la arena del parque…”. Hubiera querido que aquella misma arena que había escupido segundos antes, se abriera y me tragara para siempre. Sentía que la única salida era esa, ser engullido por la arena, desaparecer, disolverme, escapar de las burlas crueles pero bien merecidas que estaba recibiendo. 

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Disponible en: http://www.barnesandnoble.com/w/gordo-de-trapo-felix-ramos/1122074025?ean=9781507573716 

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