Cuando el Mayor General Vicente Garcia González llamo a la sedición de Lagunas de Varona, solo respondía al llamado de sus genes.
No importa donde vivamos, la edad, el sexo o la raza, los cubanos tenemos “la división” como parte de nuestra información genética. Basta con que dos cubanos nos encontremos en una esquina de un parque o en el muro virtual de Facebook para que se forme una trifulca; para que una polvareda de ofensas y malas palabras se levante hasta el cielo, perturbando el reposo del mismísimo San Pedro… me incluyo entre los revoltosos…
¿A dónde vamos como nación si seguimos con esta actitud? A ninguna parte. ¿Hacia dónde podemos conducir, si nos dejaran, a la nación en la que vivamos como exilados políticos, económicos o simplemente como visitantes? Al desastre total.
Lo he pensado muchas veces y creo que somos demasiado ególatras, vanidosos, nos creemos poseedores de la verdad absoluta y no respetamos las opiniones ajenas. Clamamos por libertad, pero estaríamos dispuestos a cargar de cadenas a los que piensen diferente a nosotros, si alguna vez se nos diera la oportunidad.
Vivo sin embargo orgulloso de ser cubano (aparente contradicción con lo que he escrito antes) pues, cuando queremos, podemos ser solidarios y trabajadores, creadores incansables, buscadores de soluciones a los problemas más enmarañados, innovadores constantes, alegres, amantes de la familia y dispuestos a tomar cualquier riesgo por tender la mano a un amigo.
Tampoco me arrepiento de haber vivido treinta nueve años de mi vida en aquella isla que provoca tantos sentimientos encontrados. Cuba siempre vive en mí y yo siempre viviré en ella; viviré a través de las cenizas de mis abuelos, de los amigos que dejé y con los que difería en algunas opiniones y coincidía en muchos sentimientos, de mi primo y los hijos de mi primo y los hijos de los hijos de mi primo…., de la palma real solitaria que se alzaba en el patio de mi casa y de la tierra color sangre que ensució nuestras plantas infinidad de veces. No me arrepiento de haber aprovechado la oportunidad de estudiar y estudiar y estudiar, pues esa oportunidad y mi esfuerzo me han conducido al relativo éxito que hoy he logrado y que me permite mantener dignamente a mi familia. Nunca tuve que delatar, acusar, abochornar a nadie para tener la oportunidad de estudiar y trabajar en mi país. Siempre respeté y me respetaron. Conozco a muchos como yo, a muchos que dieron lo mejor de sí mismos en Cuba y dan lo mejor acá en Miami, Argentina, México, Brasil. Yo no soy la excepción, al contrario, de mi generación creo que soy parte de la regla.
¿Por qué no potenciar nuestras virtudes y acallar a los demonios divisores? ¿Por qué no aprender a respetar al que piensa, siente, se expresa diferente? ¿Por qué no desterrar de nuestra historia al fantasma de la sedición? Son preguntas para las que no tengo respuesta.
Me preocupa especialmente que para los que vivimos en Miami, la campaña política presidencial se ha convertido en cosa de Montescos y Capuletos, se ha convertido en un motivo más para antagonizar, pero no en buena lid, no con argumentos, sino con ofensas, con calificativos peyorativos y descalificaciones.
Yo he tomado ya una posición (hace mucho rato para ser honesto) y en mi condición de ciudadano de EU, con los mismos derechos que el que llegó hace medio siglo y con la misma obligación de respetar la ley, me declaro abiertamente demócrata (inscrito) y partidario fervoroso de Hillary Clinton (confieso me tentaban las ideas de Sanders acerca de una educación universal hasta nivel de College). No creo que apoyar a Hillary me haga mejor o peor, al igual que respeto el derecho de los que apoyan a Trump. Hago campaña por Hillary en mi Facebook, mi Twiter y mi Instagram pues son mi sacrosanta propiedad, pero no me pongo bravo, ni ofendo a quien quiera dejar un comentario respetuoso en contra. Ahora bien, el que escriba en mi muro debe estar armado de argumentos, de estadísticas, de sucesos,…, no de chismorreos o inventos de la prensa amarillista y sensacionalista…. El que escriba en mi muro debe estar dispuesto a leer al igual que escribe, a escuchar a la par que habla….
No me gustan los que provocan calificando de comunistas a los demás (a los que piensan diferente), pues ellos bien podrían ser calificados de fascistas, racistas o xenófobos. Por otra parte no me avergüenzo de decir que tengo excelentes amigos comunistas, de los de a pie, de los de picadillo de soya y bicicleta, de los de cortar marabú para hacer carbón y pasar las vacaciones, si acaso, en el campismo popular.
Para terminar con este grupo de ideas inconexas, propias de mi personalidad despistada y mi delirio mental, pido que pongamos nuestras comunes vivencias e intereses por delante de nuestras discrepancias y no terminemos llamando a la sedición, como una vez hiciera aquel patriota insigne llamado Vicente Garcia González “el León de Santa Rita”.