Todos
hemos vibrado alguna vez bajo el influjo apasionado de los versos de amor de José
Angel Buesa.
El
inmortal cubano es uno de los grandes exponentes de la poesía romántica y sus
versos nos han sacado de apuro, muchas
veces, a la hora de cortejar a una joven.
Hace años
soñaba con ser un poeta romántico, mas la cruda realidad se impone y mi falta
de habilidad a la hora de rimar, unido a lo difícil de lograr puros versos endecasílabos
me disuadieron de la escritura y me condujeron de la mano a mundo de la
ciencia.
Sin
embargo, hace unos días mi hijo me lanzó el reto de responder al poema “Carta a Usted” (poema al que en su momento
respondieron magistralmente Ernesto Montaner, Arturo Liendo, Enrique Núñez Rodríguez
y algunos otros notables) y ni corto ni perezoso lo acepté.
Traté
de responder en un tono “nada moderno”, como si fuera la dama agraviada. Uf, fue más
difícil de los que imaginé o recordaba y salió sin dudas la peor respuesta jamás
dada a Buesa.
Fue, sin
embargo, retomar por un segundo mis sueños de poeta, aquellos sueños que dejé
guardados en la mesita de noche y que por suerte para ustedes permanecieron
empolvados en el olvido.
No
queda más remedio. Ahí les va mi respuesta:
Señor, si es que
puedo llamar Señor, al
infame e indolente
que me colma de dolor.
Decirle quiero, con
orgullo, que mi lecho es solo mío,
en él guardo mis
lágrimas, si lloro; mis risas, cuando río.
Los momentos, ya
pasados, que allí juntos hemos vivido,
no yacen ni en mis
recuerdos, se han perdido en el olvido.
Que juré ser suya
dice; lo confieso y me arrepiento.
Un cobarde de su
talla no es digno de un juramento.
No me compare con
flores, ni es usted un jardinero,
Si de comparar se
trata: más parece carnicero.
Con su cuchillo
afilado va cortando corazones,
Y la mente va
dejando colmada de sinrazones.
Si alguna vez lo he
besado, quiero quemar ese beso,
en la hoguera de mi
ira, en el fervor de mis rezos.
¿No recuerda usted
acaso, cuando al mirarme pasar,
lanzó fieras
maldiciones, imposibles de nombrar?
Olvide que yo he
existido y conténgase su enojo.
Sembré amor en
otro campo, y ahora amores recojo.